Etiquetas
Contaminación alimentaria, el sistema inmune, Estafa comercial, flora intestinal, Microbiótica, Nutrición Infantil, Pre y pro bioticos
En cierta ocasión, un profesor comento en clase “cuando el intestino gruñe, está hablando a tu cerebro”, comentario que por la suma de la inexperiencia de la juventud y el sometimiento de una docencia basada en unos criterios científicos, conservadores, aportaban una visión mecanicista del cuerpo humano, que no permitían comprender la profundidad de sus palabras.
Los años, la experiencia en la profesión y sobre todo la posibilidad de salir de estas lindes que encorsetaban las bases de mis conocimientos, me han hecho comprender otra visión del cuerpo humano. Visión menos mecanicista y determinista.
Entender los organismos pluricelulares es tan solo un conjunto de células que se intercomunican entre ellas en un medio para sobrevivir parece simple, pero es muy complejo.
Nuestro organismo, que se ha estructurado por verdaderas colonias celulares que forman estructuras funcionales, requieren de un equilibrio de interrelación interna, de un medio que permita aportar determinadas substancias a las que les denominamos “nutrientes” y eliminar los residuos, a los que les denominamos “deshechos”.
No ha de extrañar ni sorprender que exista una relación entre el cerebro y el tracto digestivo al que algunos científicos lo definen como “el segundo celebro”. Nuestra estructura celular requiere de un sistema de “mensajería”, que permita constantemente, mediante estímulos, tanto inhibir como estimular las determinadas actividades motoras, secretoras, contráctiles, vasculares, etc. de las paredes y esfínteres que forman dicho tracto digestivo.
Sabemos que existe una serie de fibras nerviosas que ejercen estas relaciones. Para poder enviar y recibir información que interconecten el tracto digestivo con el Sistema Nervioso y encontramos que en las paredes del tracto digestivo, existen células que ejercen de quimioreceptores y mecanoreceptores, estas células forman colonias celulares sensibles a diferentes tipos de presión, al ácido, a algunas grasas para enviar señales a determinados plexos, en respuesta de los determinados agentes químicos o mecánicos que perciban.
El tracto digestivo al ser un circuito de “entrada y salida” con el exterior implica a su vez que tenga una extensa relación con agentes externos que penetran y colonializan. No todos los agentes externos son nocivos para el organismo, si no al contrario, existen muchas cepas que requieren condiciones especiales, que las hallan en determinadas zonas del tracto digestivo e generan relaciones de intercambio (simbiosis), facilitando tanto la asimilación y absorción de nutrientes como defensa de agentes patógenos.
A toda esta complejidad existente, se le denomina, “la microbiota” y no debe entenderse la presencia de agentes en el tracto digestivo como algo negativo, hecho que los anuncios publicitarios dan a entender para promocionar determinados productos de limpieza doméstica. Estos productos no son selectivos y dañar la microbiota significa enfermarnos.
Desde los primeros momentos de vida, los seres humanos son colonizados por microorganismos, los cuales son esenciales para una función cerebral y orgánica saludable. Su alteración incide en el comportamiento ante el estrés, hecho que concatena el desarrollo de otras patologías. Esto se ha constatado en diversos estudios, como el realizado por Jane. A. Foster “Gut–brain axis: how the microbiome influences anxiety and depression” que nos permiten comprender los ejes entre la microbiótica y la función cerebral y que pudieran favorecer el conocimiento y tratamiento de trastornos mentales tales como la depresión y la ansiedad.
Ante esta situación, una vez más hay que replantearse “¿que estamos haciendo en nuestra sociedad?”. Bajo el escudo de los avances y mejora de vida, justificamos “la industrialización de los alimentos”, ocultando que al afectar severamente el tracto digestivo comporta que enfermemos y aparezcan nuevas formas de enfermedades desconocidas que son calificadas unas como “raras” otras como psicológicas.
Si, les perturbamos el normal crecimiento y desarrollo de la flora intestinal, desde los primeros inicios de vida a nuestros bebes estamos también incidiendo en su mucosa, lo que conllevará a su vez en afectaciones multiorgánicas y defensivas. Les estamos predestinando a padecer patologías.
Existen demasiados productos industriales y contaminadores medioambientales que de un modo directo e indirecto inciden, algunos, bajo la etiqueta de “limpieza del hogar”, otros como productos de belleza, antisépticos, aromatizantes, etc. inciden en la mucosa intestinal y en el sistema nervioso central. No es necesario la presencia de altas dosis, en ocasiones la suma de dosis ínfimas pero combinadas de varios productos son más incipientes.
Generar miedo a enfermar, hace enfermar.
Existe mucha estafa comercial sobre las vitaminas y las lactofloras, que se venden como protectores y restablecedores de la flora intestinal.
Muchos nutrientes aportan antibióticos y hormonas que también afectan a la misma, así como determinados nutrientes, como el azúcar, la cafeína, el alcohol, alimentos fritos, carnes rojas, precocinados.
La microflora intestinal
La microbiota intestinal es fundamental para la salud, existe múltiples estudios que así lo determinan vinculándola con el desarrollo con la diabetes tipo 1, como el estudio de Li Wen y col. “Innate immunity and intestinal microbiota in the development of Type 1 diabetes” en el que concluye entre otros que “estos hallazgos indican que la interacción de los microbios intestinales con el sistema inmune innato es un factor crítico epigenética y su modificación predispone a la DT1”, otros estudios lo relacionan con el sistema inmune, como el del Dr. JJ Cebra en el que se relaciona que el futuro inmunológico tanto humoral como de la mucosa de un adulto depende de la colonización intestinal, otros estudios como el del Dr. Y. Sanz y col. relaciona con conflictos de obesidad y alteraciones del metabolismo, otros estudios relacionan la microbiota con el Intenstino irritable, intestino permeable, procesos inflamatorios crónicos, encefalopatía hepática, Autismo, y así un largo etc.
Pese a que existen muy pocos estudios que relacionen el conflicto de la microbiota con el síndrome de sensibilización central, encontramos que muchos afectados mejoran su calidad de vida mediante un proceso reparador de la mucosa y de reimplantación de la flora intestinal. En el año 196, el Dr. V. Praha y col publicaron “Probiotics for fibromyalgia” un trabajo en esta línea en pacientes con fibromialgia en el que estudio las ventajas del aporte de probioticos.
Podéis ampliar el presente texto mediante:
ü R. Cabré: “La vinculación del tracto digestivo con el SSC” 2012
ü P. Garcia Peris y col. “Evolución en el conocimiento de la fibra” 2007
ü Y. Cabrera “Probióticos y salud: una reflexión necesaria” 2005
ü Y. Sanz y col.:“Funciones metabólicas-nutritivas de la microbiota intestinal y su modulación a través de la dieta: probioticos y prebióticos”2004